El amor romántico: de lo íntimo a lo público.

“Siempre supe que es mejor cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo” (Shakira, 1998). Con esta frase ‘Shak’ no se equivocó, pues en relaciones de pareja, es necesario en primera instancia hacernos autocrítica, revisarnos y entender todos esos traumas, miedos e inseguridades que afectan nuestras relaciones (todas, de hecho). 

Lo razonable sería que para iniciar una relación erótica sana nos preparáramos y trabajáramos en aquello en lo que necesitamos mejorar, pero vivimos en aprendizaje constante y resultamos haciéndolo sobre la marcha o en reflexiones posteriores a una ruptura. Por ello, es preciso entender que nuestrxs ex’s no son lxs únicxs malxs de la película, sino que también nosotrxs somos/hemos sido tóxicxs y nos cuesta aceptarlo, ¡yo hasta hace poco fui una novia tóxica!. Aunque esta última palabra se ha popularizado y el concepto encaja – “la toxicidad es la capacidad de una sustancia química de producir efectos perjudiciales sobre un ser vivo, al entrar en contacto con él”-, cabe alertar que muchas veces puede caer en usos banales y creo que lo propio es que hablemos de violencias.

Ahora bien, además de examinarnos es necesario asegurarnos que la otra parte esté en la misma sintonía y eso no es una tarea fácil; si muchas veces no nos conocemos bien nosotrxs mismxs, ¡más complejo es llegar a conocer a cabalidad a las otras personas!. Debo decir que existe una delgada línea a veces imperceptible que sólo se puede vislumbrar con los anteojos de la inteligencia emocional y a la luz de la deconstrucción de muchos mitos amparados en el “amor romántico”, sin descartar que en muchos casos se requiera la asistencia de un profesional. Recordemos que el famoso asesino serial de mujeres Edmun Kemper logró engañar durante varios años a los psiquiatras mientras estaba en la cúspide de su actuar criminal.

Esa línea de la que hablo, divide a quienes presentan comportamientos o gustos que no nos agradan porque son incompatibles con lo que somos (para no caer en la arbitrariedad de llamarle “tóxico” a todo) y a quienes ejercen/puede llegar a ejercer diferentes escalas de violencia que nos hace sentir afectadxs. Tales violencias sin lugar a dudas se presentan en relaciones familiares, laborales, de pareja, etc., pero las ocurridas en relaciones de pareja generan gran preocupación, pues los más cercanos, principalmente en el rol de pareja, son los mayores perpetradores en feminicidios (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46342533). Es decir, corremos más peligro dentro de nuestra casa que en la calle, a diferencia de los juicios que hacen cuando una de nosotras es asesinada saliendo de una discoteca a las 3:00 a. m.

En consecuencia, ahondando en los feminicidios que han sido tan mediáticos en las últimas semanas, es muy frustrante ver cómo las víctimas son juzgadas por “involucrarse con hombres como esos” o por presuntamente asumir comportamientos que ameritan nos asesinen, pues es aquí, cuando fotografías de cadáveres de mujeres alimentan el morbo en las redes sociales que se convierte en un asunto público, pero por posicionarse como el tema del día, más no por ocupar las agendas de los gobiernos de turno o de políticos durante su campaña. Y es precisamente por el hecho de que estas violencias se gestan dentro de un espacio íntimo que parece no ser asunto de nadie cuando aún la peor consecuencia no ha ocurrido, para la muestra el dicho “en asuntos de marido y mujer, nadie se ha de meter”, pero resulta que hay aspectos dentro de las relaciones de pareja en los cuales se presentan unas transgresiones selectivas de lo íntimo, que no siempre están en función de propiciar el respeto, sino de ahondar más en estereotipos: “¿cuándo van a encargar un hijo?”, “¿tu esposo no te dice nada por irte de paseo sola?”, “¿para cuándo el hermanito?”.

Así que la desmitificación del amor romántico es un asunto que nos compete como sociedad y no se orienta a la abolición de las demostraciones de afecto o de los detalles materiales, ni es una ‘campaña en contra del amor’. Todo lo contrario, el amor romántico se opone al otras formas de amarnos y las demostraciones hacen parte de la consolidación de nuestras relaciones, pero lo que está realmente mal es valorar de una forma sobredimensionada a una pareja en función de esas demostraciones “ese hombre es tan lindo conmigo, me da muchos detalles”. Aquí resalto el ciclo de la violencia en las relaciones de pareja, que como una de sus etapas presenta la ‘luna de miel’, momento en que el violento aparece con flores, cariños, y promesas que nunca va a cumplir.

De este modo, la mitificación del amor romántico se opone al amor propio por cuanto nos enseña a aguantar pese a todo, a sentirnos incompletxs en espera de “la otra mitad”, a sentirnos mal por no tener pareja, porque el ideal de un éxito completo es estar emparejadxs. A la vez, legitima la falta de amor y respeto por la otra persona, pues la ubica como un objeto de posesión que implica entre otras cosas, la prohibición de compatir con ciertas personas, frecuentar lugares, trabajar o vestirse de ciertas formas. Es de este modo que la desmitificación del amor romántico 

Para finalizar, amigues, -no me cansaré de repetirlo-, las compañeras asesinadas no murieron debido un coma diabético por consumo de una gran cantidad de chocolates que les regalaron sus parejas, ni por una guerra de almohadas y mucho menos, ahogadas accidentalmente en un gigantesco oso de peluche que les regalaron por aniversario: ellas fueron violentadas hasta perder sus vidas, esta violencia se presenta de forma sistemática y es normalizada cada día a través de pequeños rituales y de muchos símbolos que son aprendidos y reproducidos. Les invito a a desencantarnos del amor romántico para abrirle las puertas a otras formas de amar, en las cuales se multiplica y nos retribuye bienestar.

Por: Bett Lizarazo

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