Los movimientos feministas actuales no basan sus protestas en oposición a las injusticias e instituciones patriarcales, sino en la lucha contra los prejuicios de las personas como conducta normativa y cultural que desde el inicio de la historia han afectado a la vida de las mujeres.
“Los cambios políticos, económicos y sociales que vinieron unidos a lo que los historiadores han denominado “Segunda Revolución Industrial”, iniciada en la década de 1870, provocaron una clara aceleración del movimiento feminista en el último tercio del siglo XIX”. ( La mujer en las sociedades preindustriales)
A mediados del siglo XX, miles de mujeres en todo el mundo salieron a las calles para exigir su participación democrática.
Para 1954, en Colombia fue la fecha histórica en que se aprobó a las mujeres ejercer su derecho a elegir y ser elegidas; en 1957, en el plebiscito por la paz (que dio origen al Frente Nacional), “1’835.255 mujeres se acercaron a las urnas para ejercer su derecho al sufragio por primera vez”. (https://www.registraduria.gov.co)
En los años sesenta y setenta, las luchas feministas dieron como resultado una serie de reformas en políticas públicas que garantizaban, bajo la ley, la igualdad de derechos en el lugar de trabajo, en las universidades y colegios, en la atención médica y en el hogar.
Y a principios de la década de 2000, las feministas lucharon valientemente contra fuerzas opresivas y publicitarias que las hacían ver como mercancía de consumo de marketing.
Por otro lado se debe reconocer el feminismo negro, y el aporte invisibilizado de las mujeres que comenzaron a organizarse en los barracones de esclavos para alimentar, a la vez, el cuerpo y la esperanza de libertad. Luego de la abolición de la esclavitud a la mujer negra le preocupaba pasar de tener un amo blanco a uno negro: su esposo, y se esforzó por cumplir sus deseos de tener derechos como todos.
Además de los aportes del feminismo negro a la necesidad de ser como persona, libre y sin ser propiedad de nadie, el feminismo lésbico batalló las primeras luchas para la despenalización del aborto y pusieron en cuestión lo que significaba la heterosexualidad y la maternidad como normas que construyen la sociedad.
En la actualidad la lucha viene dándose desde los prejuicios morales.
En este orden de ideas, el feminismo se divide en tres generaciones. la primera a finales del siglo XIX y principios del XX que impulsó la igualdad política. La segunda en los años sesenta y setenta, que revolucionó la igualdad legal y profesional. Y la última generación que abarca estas dos últimas décadas, ha impulsado la igualdad social.
Si bien la igualdad política está definida y cuantificable, la lucha feminista del siglo XXI para la igualdad social es un caos con un futuro incierto. Por ello los movimientos feministas actuales no basan sus protestas en oposición a las injusticias e instituciones patriarcales, sino en la lucha contra los prejuicios de las personas como conducta normativa y cultural que desde el inicio de la historia han afectado a la vida de las mujeres.
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